Juan Domingo Perón, líder popular y carismático con una innegable visión
estratégica de la situación del país, despertó pasiones y odios como ningún otro
político de raza en Argentina. Con el mandato de Néstor Kirchner y,
principalmente, en los dos períodos de gobierno de Cristina Fernández, se
volvió a vivenciar la polarización de la sociedad, siendo ella una mandataria
con una oratoria destacada a nivel mundial. Ambos, se caracterizaron por ser
ellos mismos ejes convocantes del pueblo en multitudinarias movilizaciones.
Con la llegada de Cambiemos al Estado, estamos ante un hecho inédito en la
historia de la patria: Mauricio Macri fue el artífice de que, en poco más de un
mes, se hayan registrado tres enormes manifestaciones. La diferencia radica en
que el actual presidente reunió a miles de personas por su desencanto hacia las
políticas empleadas hasta el momento por su gobierno.
El día de la Memoria, el 24 de marzo, Comodoro Py, el 13 de abril, y el Día
del Trabajador, realizado el 29 del mismo mes, fueron sucesos que no pueden ser
minimizados por el gobierno ya que caerían en el error de no saber escuchar y
analizar las señales que el pueblo les está dando. Los funcionarios de la
alianza Cambiemos, que, en su mayoría, no tienen raíces vinculadas
específicamente con la política, por el contrario, provienen del ámbito privado,
tienen la cuenta pendiente de tomar nota de los recientes acontecimientos y
compararlos con los procesos históricos del pasado, para no repetir los mismos traspiés.
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| Día de la Memoria en Plaza de Mayo (24/03); Discurso de Cristina Fernández de Kirchner en Comodoro Py (13/04) y acto de las cinco centrales gremiales por el Día del Trabajador (29/04) |
Repasando la historia argentina, se advierte una curiosa constante que
empieza, a grandes rasgos, con una crisis, asume un gobierno popular que
restablece derechos para las clases medias y bajas, se produce un ascenso
social, dentro de un contexto de crecimiento en la economía. Como consecuencia,
los grupos que concentran el poder económico, en cierta medida, en su afán de
poseer aún más, se sienten afectados por las políticas empleadas por estos
gobiernos. La clase media, con el desgaste de los años, pierde cierta
aceptación de la gestión e inclina su voto hacia otra opción con bases, por
definirlas de algún modo, de centro derecha.
“Cuando la clase media está bien vota mal y cuando está mal vota bien”,
decía el filósofo argentino Arturo Jauretche. Macri está a tiempo de revertir
la situación del alejamiento de trabajadores que lo han votado, teniendo fe en
su discurso. Goza de la posibilidad de revisar la historia, y leer que cuando
quisieron proscribir al peronismo, el movimiento se agigantó aún más, que
cuando las políticas neoliberales reinaron en el país, las personas murieron de
hambre, y que cuando al pueblo se le quitaron derechos, se unieron en las
calles.
Entonces, nadie le puede objetar al presidente que, acallando voces e
invisibilizando los reclamos de otra parte de la realidad Argentina, decretando
la anulación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, dejando así el
monopolio de la agenda mediática a los grupos hegemónicos, empecinados con
Lázaro Báez, empleando políticas que
generaron un batallón de desocupados, ampliando la brecha social, excusándose
en “la pesada herencia”, por enumerar algunos sucesos, va en camino de uno de
sus ejes de campaña: la unión de los argentinos. En definitiva, fue una de sus
promesas.


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