El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner posibilitó el debate
pendiente desde la vuelta a la democracia sobre la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual. El proyecto fue discutido y analizado hasta su
aprobación, en 2009, por gran mayoría en el Congreso de la Nación (146 votos
afirmativos, 3 negativos y 3 abstenciones en la Cámara de Diputados; 44 votos
afirmativos contra 24 negativos y ninguna abstención en el Senado). Sin
embargo, la nueva Ley – ahora antigua – nunca pudo aplicarse en su totalidad
por diversas cautelares pedidas por el Grupo Clarín y, en gran medida, por
falencias de la Agencia Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual
(AFSCA).
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| Martín Sabbatella, ex presidente de la AFSCA |
La radiofonía y la televisión se debían una revisión ya que, anteriormente,
se regulaba bajo la Ley de Radiodifusión 22.285 promulgada en 1980 por decreto,
en la dictadura presidida por el genocida Jorge Rafael Videla. Carlos Menem,
también por medio de DNU, la modificó para permitir –en palabras del periodista
Jorge Castro– la “convergencia en las telecomunicaciones”. La mal llamada Ley
de Medios fue declarada constitucional por la Corte Suprema de la Nación en
2013 en un contexto de elogios desde organismos internacionales. No obstante,
al empecinarse con el Grupo Clarín, el kirchnerismo no fue a fondo con su
aplicación y, por ende, no estuvo a la altura de las circunstancias.
La legislación era positiva por donde se la mire. ¿Qué falló en el camino?
Uno de los motivos, sin dudas, fue la falta de autocrítica por parte del Frente
para la Victoria y la no previsión de los resultados que arrojaron las elecciones
presidenciales del 2015. El AFSCA destinó mucho de sus esfuerzos en
desmonopolizar al multimedio más grande de América Latina, lo que no es poco,
pero perdió el foco y se quedó en lo macro: en lo políticamente mediático. Lo
micro comprendía reparaciones históricas a sectores que nunca hubieran podido
acceder a tener una voz sin la Ley.
Jorge Lanata en Día D expone al Grupo Clarín
El slogan fue la pluralidad de voces y era atinado. Cooperativas, universidades, pueblos originarios, radios locales, entre
otros, tuvieron la oportunidad de obtener licencias para expresarse. Además,
las repetidoras debían contener un 70%
de producción propia, lo que generaba muchos nuevos puestos de trabajo. Sería
fácil criticar a Martín Sabbatella, presidente del AFSCA, pero su trabajo no
fue nada sencillo: era quién debía forjar la historia que se entrometía con los
intereses de las corporaciones y nada menos que los del Grupo Clarín. En
consecuencia, quedó una gran deuda con periodistas, estudiantes, trabajadores
y, sobre todo, con el pueblo argentino.
Como la aplicación de la Ley quedó a medias, el presidente Mauricio Macri, en
línea con la historia, no tuvo mayores inconvenientes en modificarla a través
del decreto de necesidad y urgencia 267/2015. El nuevo regulador es el Ente
Nacional de Comunicaciones (ENACOM), presidido por Miguel de Godoy, y echó por
tierra la antigua Ley. En el año 1999, Jorge Castro argumentaba en su análisis Panorama sobre la concentración de medios de
comunicación en la Argentina que “la indiscriminada concentración de medios
y alianzas con empresas de telecomunicaciones atenta contra la pluralidad
informativa e instalan temas de debate que influyen sobre la opinión pública”.
Todas estas medidas están siendo tratadas con una entendible sutileza por
el Grupo Clarín porque a cambio recibe facilidades en el mercado. El ENACOM habilitó al monopolio de Ernestina
Herrera de Noble la licencia de Fibertel que le permitirá brindar telefonía
fija. En septiembre de 2015 había comprado el 49% de la compañía Nextel por
U$S 165 millones pero el AFSCA debía regularlo y no se lo permitía. En enero de
2016 adquirió el restante 51% por U$S 85 millones y en poco tiempo será la
única empresa con los derechos para transmitir televisión a través de los
celulares. Para comprender la importancia de esta compra, es interesante
estudiar los datos que arrojaron las estadísticas de un informe de enero de
2016 de la empresa We Are Social que
investiga año a año los usos de Internet, las redes sociales, y el uso de los
smatphone. En Argentina el 80% de la población tiene acceso a la red y el 60.3%
lo hace a través de su celular. Además, Clarín también está interesado en
volver a tener los derechos televisivos de las transmisiones de los partidos de
la Asociación del Fútbol Argentino.
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| Oscar Aguad, Marcos Peña y Miguel de Godoy anunciando a ENACOM |
Asimismo, los contenidos de la programación de los canales que le daban
trabajo a muchos profesionales y se difundían por medio de la Televisión
Digital Abierta pasaron a ser sustituidos por enlatados, es decir, productos ya
grabados, con bajo costo, que generan poco rating y no son más competencia para
los grandes medios. El ambicioso proyecto de TDA consistía en poder achicar la
brecha informativa que se vislumbra con mayor facilidad por fuera de las
grandes ciudades del país donde no hay otra opción que no sea Cablevisión o
DirecTV. Cabe destacar que el propósito también era sacarle parte del mercado
al Grupo Clarín ya que Cablevisión –del que sólo es dueño del 60% y el restante
de su socio FINTEL SA– le significa el
70% de toda la facturación del monopolio.
Tan sólo 19 días al poder le
bastaron a Cambiemos para devolverle los favores de campaña al Grupo Clarín.
El presidente tuvo un bajo costo político por el que debería haber sido mucho
mayor tratándose de semejante Ley. Como diría el sociólogo italiano Mauro Wolf
en Los efectos sociales de los media,
“la influencia de los medios son a largo plazo, sobre todo aquellas que se
ciernen ya no sólo sobre cada individuo sino sobre el sistema social entero o
sobre parte de él”. El kirchnerismo fue, consciente o inconscientemente, parte
de que el camino esté allanado para que Mauricio Macri pueda dejar muchos
sueños en el olvido y muchos micrófonos en pocas voces.
Spot explicativo de la AFSCA sobre la Ley


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