La última dictadura militar en la Argentina dio inicio un asombroso aumento
de la deuda externa que, a lo largo de la historia, atravesó por diversas
políticas, necesidades y variables económicas con sus diversas etapas en los
diferentes gobiernos sucesores. Sin embargo, la política económica del “Proceso
de Reorganización Nacional” sembró una semilla muy difícil de desarraigar de los
argentinos: el desprestigio hacia la industria local. Esta característica se
contrapone con los gobiernos de facto de la región que se identificaron por ser
nacionalistas.
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| El ministro de economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, junto con el presidente de facto, Jorge Rafael Videla |
El objetivo del ministro de Economía, Martínez de Hoz, era detener la
inflación, algo que retumba con frecuencia en la actualidad de los argentinos.
Su metodología se basaba en permitir la libre entrada de bienes y servicios y
de capitales y fijar el valor del dólar a un precio barato. Al mismo tiempo,
pensaba que si los productos importados eran baratos, la inflación se
congelaría. Como esto no pasó, la tasa de interés se mantenía alta. La
especulación financiera era un hecho y el Banco Central de la República
Argentina lo pagaba con sus reservas.
En diciembre de 1975 cada argentino debía U$S 157 y para el mismo mes del
año 1983 – fin del proceso dictatorial y apertura de la democracia – se
incrementó a U$S 1.088 per cápita. El fenómeno fue consecuencia de cuatro
causas: la bicicleta financiera, la deuda privada, las importaciones de armas y
los intereses devengados. Al mismo tiempo, esto fue posible con una campaña ideológica,
política y mediática que permitió un cambio económico-cultural como con la
famosa propaganda de “la silla”, para ejemplificar, que residía en
desprestigiar la industria nacional y tener a los productos “made in” como
primera opción de consumo.
Propaganda de la Dictadura
La bicicleta financiera, más conocida como “la tablita”, consistía en que
el Banco Central establecía el precio del dólar por 180 días y los intereses
generados en ese período los pagaba con sus reservas que obtenía del
endeudamiento de las empresas públicas. Dicha medida abrió el juego a las
operaciones especulativas. Los propietarios pasaron a ser millonarios negocios
con el vaciamiento y la liquidación de sus empresas y ese dinero iba destinado
a cuentas en el extranjero. Además, posibilitó la apertura al mercado de
productos mucho más económicos que no podían competir con los costos de los
nacionales.
En consecuencia, los empresarios, para bajar los precios, se endeudaron en
el exterior con la compra de maquinarias en algunos casos y otros para
especular. A partir de 1981 la mayor parte de los U$S 15.647 millones de la
deuda fue estatizada a través de la emisión de bonos normativos y de obligaciones
en dólares. Asimismo, durante el proceso militar hubo tres conflictos bélicos
que encomendaron la compra de armamentos: en 1979 contra Chile, en 1982 contra
Inglaterra y en todo el período contra el mismo pueblo argentino. Toda la deuda
contraída devengó intereses que fueron pagados con nuevo endeudamiento
convirtiéndose en un perverso círculo vicioso.
De ahí en más, la Argentina nunca pudo retrotraer la situación de forma
exponencial. En el 2003, en la Organización de las Naciones Unidas, el entonces
presidente Néstor Kirchner, se expresó con iniciativa de querer saldar la
acumulada deuda y pidió que lo dejen hacerlo porque: “Los muertos no pagan”. En
definitiva, los países pobres no necesitan que los países desarrollados los
ayuden, necesitan que dejen de perjudicarlos.

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