Es la mujer más rica de la Argentina. Sólo ella sabe, y nadie más que ella,
lo que conlleva la soledad de caminar a paso firme con los zapatos del –para unos
cuantos– tan anhelado poder. Su andar no
tiembla y menos piensa en detenerse. Dueña mayoritaria del multimedios más
importante del país y de América Latina, con propiedades millonarias y con una fortuna
escandalosa. No se le mueve un pelo de su elegante peinado ante las denuncias
por la apropiación de sus dos hijos, Marcelita y Felipito, durante la última y
más sangrienta dictadura militar. Todos
quieren tenerla de aliada y nadie se le atreve a decirle que no. Es la
viuda de Roberto Noble, el fundador del diario con arraigue en la clase media.
Es la heredera y constructora del imponente Grupo Clarín. Ella es Ernestina
Laura Herrera de Noble.
LA SEÑORA, LA DIRE, LA VIEJA, LA
DIRECTORA, LA VIUDA, LA LOCA, LA PITI, LA NOBLE[1], son los ocho alias que utiliza el periodista
Pablo Llonto en su libro “La Noble Ernestina” (2003), para referirse a ella.
Junto con Héctor Magnetto, lo despidieron por ser un representante sindical que
“molestaba” con sus asambleas y reclamos por los derechos de los trabajadores
precarizados y la flexibilización laboral que está en el ADN de la empresa. El
diario Clarín puede ser muy contradictorio a lo largo de su historia pero si
hay algo que no se le puede objetar en estos primeros seis meses del mandato de
Mauricio Macri es su coherencia con el tratamiento del tema despidos. Cuando algún
periodista no se disciplinó o los números no les cerraron se sucedió,
lógicamente, el ajuste y la persecución ideológica hacia sus empleados.
Resultado: muchas familias quedaron en la calle.
“Tenemos que echar gente y achicar el diario, las deudas son muy grandes”,
le explicó el –por aquel entonces– jefe de redacción y abogado asesor en temas
financieros, Oscar Camilión, a LA SEÑORA.
“Salvo porque ella nunca había firmado telegramas de despido, LA VIUDA no sintió mayores escozores en
los días siguientes. La empresa redujo el personal notoriamente, se dejó de
enviar el suplemento de avisos clasificados al interior del país porque se lo
consideraba un gasto innecesario y se pactaron nuevas condiciones con los
proveedores de tinta y de papel. Reclamaban lo de siempre, el esfuerzo de todos”[2].
Es notoria la similitud con el pedido de “un esfuerzo de comprensión” que hizo
el ministro de Trabajo del gobierno de Macri, Jorge Triaca, a los trabajadores
ante el reclamo de paritarias más justas.
Curiosa semejanza se puede observar entre las ideas de los funcionarios de
Cambiemos y las de LA NOBLE respecto
del adoctrinamiento y la estigmatización hacia los empleados que no se aliñen. El
ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, expresó que “los ñoquis son
parte de la ‘pesada herencia’” y que pretenden un Estado “sin la grasa de los
militantes”. Es inevitable traer a colación aquel comienzo del año 1976, cuando
“el ya maduro gerente Magnetto cultivaba la idea de limpiar el diario de
elementos rojos”[3].
Asimismo, el manejo de los tiempos es un factor común a la hora de decidir
el momento justo para mover las piezas –como en un tablero de ajedrez– y tomar
las medidas que consideraron necesarias. “El 3 de febrero (de 1976), mientras
la mayoría de los trece miembros de la Comisión Interna se encontraba de
veraneo colectivo en una quinta del Gran Buenos Aires, LA VIUDA y Magnetto aprovecharon para ordenar que se despacharan 59
telegramas de despido, se rodeara la manzana del diario con custodios y
policías y se bajaran las persianas de todas las ventanas”[4].
La metodología para comunicar los
masivos despidos es también una aproximación entre la historia del diario y la
que, desde el 10 de diciembre de
2015, empezó a escribir Mauricio Macri.
El sábado 4 de noviembre de 2000 LA DIRE expulsó
a 117 empleados. Con el edificio de la calle Piedras vallado y custodiado por
completo, a los despedidos “les iban anunciando con un policía quiénes podían
ingresar y quiénes no, según la lista confeccionada por (Jorge) Figueiras
(gerente de Personal) que, meticuloso, había agregado para su reconocimiento
las fotos de los legajos de los periodistas considerados de mayor peligro.”[5]
Estos son algunos episodios relevantes de una gran lista de sucesos. El
Grupo Clarín tiene una historia particular con las condiciones laborales de sus
periodistas y, observándolo desde esta perspectiva, se puede comprender uno de los
motivos por los que optó abordar con poco énfasis la temática de los despidos,
tanto públicos como privados. O mejor dicho, eligió el no abordaje
periodístico.


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